Pueden ser un entrante, un plato principal o un acompañamiento, y se adaptan a todos los gustos y culturas.
Existen ensaladas para todos los momentos del año, pero especialmente en verano se convierten en las protagonistas de nuestras mesas por su frescura y facilidad de preparación.
Incluir ensaladas en tu dieta aporta muchas ventajas que van más allá de la sensación de ligereza que proporcionan.
Estas preparaciones pueden ser auténticas bombas de nutrientes si se elaboran con alimentos frescos y variados.
Estas ensaladas son: ensaladilla rusa, ensalada waldorf, ensalada cesar, tabulé, ensalada caprese, entre otras.
Lo ideal es optar por recetas con ingredientes de temporada y alto contenido en agua.
Entre las más recomendables para los meses de calor están la ensalada caprese, el tabulé, la ensalada griega o una sencilla combinación de tomate, pepino y cebolla.
Además, son muy fáciles de encontrar en nuestros puestos de frutas y verduras, el lugar perfecto para comprar alimentos frescos y preparar un plato saludable en casa.
Aunque las ensaladas pueden ser un plato completo por sí mismas, también se suelen servir acompañadas de otros alimentos que potencian su sabor y aportan variedad.
Pan de masa madre o tostadas crujientes aporta un extra de textura y es ideal para acompañar ensaladas como la César o la griega.
Frutos secos tostados dan un punto crujiente y un aporte extra de nutrientes, perfecto para ensaladas como la waldorf o la mimosa.
Hummus o patés vegetales funcionan muy bien en tablas de ensaladas variadas o en comidas tipo buffet.
Carnes frías o pescados ahumados, como acompañamiento en ensaladas más ligeras, añaden un extra de proteína.
Aceitunas y encurtidos, un clásico que nunca falla y que refuerza el toque mediterráneo de muchas ensaladas.