La frescura de los ingredientes es la base de cada plato que servimos.
El pescado y el marisco son protagonistas muchas veces en nuestra cocina, y su calidad es fundamental para lograr sabores auténticos y memorables.
Un pescado fresco tiene los ojos transparentes, brillantes y ligeramente sobresalientes.
Si los ojos están opacos o hundidos, es señal de que no está en su mejor estado.
La piel debe estar tersa, con escamas bien adheridas y un aspecto húmedo y brillante.
Si al tocarla deja un hueco que no se recupera, es mejor descartarlo.
Las branquias deben tener un color vivo, entre rojo y rosado, y estar limpias.
Si son marrones o grisáceas, el pescado no es fresco.
Un pescado fresco huele a mar, a agua salada.
Si el olor es demasiado intenso o desagradable, es señal de que no está en buen estado.
Al presionar ligeramente la carne, debe ser firme y elástica, recuperando su forma rápidamente.
En el caso de moluscos como mejillones, almejas o berberechos, las conchas deben estar completamente cerradas o cerrarse al golpearlas ligeramente.
Si están abiertas y no se cierran, no son frescos.
El marisco fresco huele a mar, nunca a amoníaco o a descomposición.
Langostas, bogavantes y cangrejos deben estar vivos al comprarlos.
Sus patas y antenas deben moverse con energía.
Su carne debe ser firme y su caparazón brillante.
Evita aquellos con manchas negras o un olor fuerte.
Si no vas a consumirlos enseguida, guarda el pescado y el marisco en la parte más fría de la nevera (entre 0°C y 4°C).
Colócalos en un recipiente con hielo o sobre un plato con rejilla para evitar que estén en contacto con el líquido que sueltan.
Si el pescado no está limpio, retira las vísceras y lávalo bien antes de guardarlo.
Esto alargará su frescura.
Si no lo vas a consumir en uno o dos días, lo mejor es congelarlo.
Para ello, envuélvelo bien en papel film o bolsas herméticas para evitar quemaduras por frío.
Recuerda que el marisco vivo, como los mejillones o almejas, no debe congelarse crudo.
Si has congelado el pescado o marisco, descongélalo en la nevera, nunca a temperatura ambiente.
Esto mantendrá su textura y sabor.
El marisco vivo, como los crustáceos, debe consumirse lo antes posible.
Si no es así, cocínalo y luego guárdalo en la nevera.
La frescura es el mejor condimento.
Por eso, te recomendamos comprar pescados y mariscos el mismo día que los vas a cocinar, preferiblemente en mercados de confianza o pescaderías especializadas.
Un buen producto necesita pocos aderezos para brillar.
Espero que estos consejos te sean útiles para disfrutar de pescados y mariscos frescos en casa.