Un pescado fresco siempre tendrá los ojos brillantes, saltones y transparentes.
Si notas que están hundidos o con una película opaca, probablemente no sea de primera calidad.
Esto aplica especialmente a pescados como la merluza, cuya frescura se refleja en la viveza de sus ojos.
Las agallas deben ser de un rojo intenso o rosado brillante, dependiendo de la especie.
En la merluza de pincho, por ejemplo, este detalle es crucial para determinar su frescura.
La piel debe ser brillante y húmeda, con escamas firmemente adheridas al cuerpo.
Un pescado fresco suele estar rígido debido al rigor mortis que mantiene su estructura firme tras la captura.
Si el cuerpo se dobla fácilmente o parece «blando», puede indicar que lleva demasiado tiempo fuera del agua.
En pescados grandes cortados en rodajas, fíjate en el color del jugo que desprende la espina central: debe ser rojo o rosado brillante.
Si es pardo o apagado, no es buena señal.