La gastronomía francesa es conocida en todo el mundo por su calidad y variedad.
La gastronomía francesa hunde sus raíces en la Edad Media, la época en la que destacaban los grandes banquetes, el comienzo de la repostería y el uso de las especias.
Los franceses tenían el gran deseo de presentar cada vez más platos originales y espectaculares y evitar la monotonía de las materias primas disponibles, por lo que las veladas francesas pasarían a constar de entre tres y doce platos.
La cocina francesa está caracterizada por la variedad de platos que presenta debido a la gran diversidad de alimentos que hay en el país, así como por su refinamiento.
La compra de buenos productos, preferentemente locales, ha favorecido que la comida típica de Francia se haya hecho un hueco en el mundo gastronómico.
Además, la elección cuidadosa de los platos ha creado un reflejo innato de la diversidad de las regiones, y la calidad, la estética y el matrimonio entre comida y vino han supuesto un antes y un después en la cocina.
Es de las que más tipos de comida tiene, es decir, tiene un total de cuatro estilos: el clásico (que se trata de comidas abundantes), la alta cocina (platos llevados a la máxima elegancia y sofisticación), la nouvelle cuisine (comidas ligeras de cocinar) y la cuisine du terroir (estilo de cocina rústico).
Además, cabe destacar el orden habitual de las comidas en Francia, ya que su distribución convierte a la gastronomía de este país en única.
La gastronomía de este país ha dejado grandes aportes en la gastronomía mundial, y sus cocineros han sido reconocidos debido a la innovación en sus técnicas culinarias y en las creaciones que le dan a cada plato.
Se dice que la cocina francesa es “la madre de todas las cocinas” debido a sus grandes aportaciones a la cocina mundial, como el glaseado, la técnica del baño maría, el flambeado, la concentración de jugos, además de la creación de manjares como el puré, el paté y la mousse.