Los caldos son uno de los platos estrella del invierno.
Y es que, aunque están deliciosos en cualquier época del año, es en los meses más fríos cuando más nos apetece tomar un rico plato bien caliente.
Además de ayudarnos a entrar en calor, los caldos constituyen un plato de lo más nutritivo.
Los caldos son casi tan antiguos como la humanidad.
Y, desde entonces, han sido un básico en las cocinas de todo el mundo.
Pero existen un sinfín de caldos diferentes, que pueden variar en cuanto a su sabor o propiedades nutricionales, dependiendo de los ingredientes que lleven.
El caldo de pollo es uno de los más nutritivos, ya que, además de aportar las vitaminas que aportan los caldos de verduras, minerales y proteínas, contiene hierro, presente en la carne.
Por supuesto, esto también ocurre con el caldo de pollo con jamón ibérico y con el caldo de cocido.
Además, los caldos se han empleado desde tiempos inmemorables como remedio para numerosas afecciones, como, por ejemplo, las molestias intestinales.
Y esto tiene su explicación científica, ya que, especialmente los caldos elaborados con huesos de carne, contienen glicina: un aminoácido esencial que facilita la digestión y favorece la regeneración celular.