Santiago se caracteriza por ser un hombre solo y muy valiente.
Hasta cierto punto necesitado de reconocimiento dentro de su comunidad, pero ese vacío es llenado por Manolín a quien le transmite su conocimiento y experiencia, entablando una amistad inquebrantable.
La nobleza, serenidad, sabiduría y tenacidad de este personaje transmiten al lector un gran sentimiento de admiración, al mismo tiempo contrastado con una profunda compasión por sus conmovedoras historias y sueños.
Santiago recuerda con nostalgia su pasado y cuenta con su pequeño gran amigo para las jornadas de pesca.
Ya no soñaba con tormentas, ni con mujeres, ni con grandes acontecimientos, ni con grandes peces, ni con peleas, ni con demostraciones de fuerza, ni siquiera con su mujer.
Solo soñaba con lugares donde había estado y con los leones en la playa.
Jugaban como gatitos al atardecer y los quería como quería al chico.
Nunca soñaba con él.
Solo se despertaba, veía la luna por la puerta abierta, desenrollaba los pantalones y se los ponía.
Orinaba fuera de la cabaña y subía por el camino para ir a despertar al chico.
Temblaba con el fresco de la mañana.
Pero sabía que temblando entraría en calor y que pronto estaría remando.
Entonces empezó a sentir lástima por el gran pez que había enganchado.
Es maravilloso y extraño, y quién sabe qué edad tendrá —pensó—.
Jamás he cogido un pez tan fuerte, ni que se portara de un modo tan extraño.
Puede que sea demasiado prudente para subir a la superficie.
Brincando y precipitándose locamente pudiera acabar conmigo.
Pero es posible que haya sido enganchado ya muchas veces y que sepa que ésta es la manera de pelear.
No puede saber que no hay más que un hombre contra él, ni que este hombre es un anciano.
Pero, ¡qué pez más grande! y qué bien lo pagarán en el mercado, si su carne es buena.
Cogió la carnada como un macho, y tira como un macho, y no hay pánico en su manera de pelear.
Me pregunto si tendrá algún plan o si estará, como yo, en la desesperación.